(Mientras comemos palomitas en el circo mediático)
Un océano nos habita y, sus turbulentas aguas, a veces arrojan a alguna de las monstruosas criaturas que viven en sus abismos a las playas de nuestra conciencia. Antiguos atavismos de cuando todavía conversábamos con las bestias, salen, vistiendo pieles, del paraíso que perdimos en el camino evolutivo.
Hembras de otras familias mamíferas estrujan entre sus garras a la cría sin dedos, devoran a los que nacieron ciegos, pasan encima de los cuerpos de sus vástagos demasiado débiles para enfrentarse con éxito a la vida.
Algo, una indiferencia ciega y antigua, abandona los territorios del reptil y la barbarie para hacerse presente en el mundo racional… incluso, entre los civilizados seres humanos, a veces Medea despierta y se toma un alka seltzer mientras escucha el gotear de su propia sangre en el cuarto de sus hijos.
La monstruosa criatura arrojada a la playa, la gata tragando a sus crías y Medea no son algo ajeno a nuestra naturaleza. Una madre, asesina y celosa, mira desde el oscuro fondo de cada buena madre… Hay una invisible y frágil barrera que nos separa del homicida… Algunos optamos por no matar, pero eso no quiere decir que no lo pensemos, que no lo deseemos...
¿Cuáles son los secretos mecanismos de esa construcción llamada mente? ¿Qué impide que la mano de Caín vuelva a ser en mi propia mano? No lo sabemos. La normalidad es un accidente igual que la belleza… y un incidente puede volvernos monstruosos en dos segundos… así, un mal día, la oscura madre se levanta de su sueño antiguo y sacrifica a sus desvalidos hijos.
Los griegos y los romanos practicaron el infanticidio profiláctico. Cuando un bebé espartano nacía con algún impedimento físico o un rasgo monstruoso, se le lanzaba desde lo alto del peñasco Taigeto; los romanos exhibían al recién nacido al jefe de familia, el bebé permanecía en el suelo hasta pasar una exhaustiva revisión, si el infante era aprobado, el jefe de la casa lo tomaba en brazos, lo que establecía una suerte de contrato entre el pater familias y el recién nacido; en caso contrario una sirvienta llevaba al bebé a una plaza subvencionada por el estado, la plaza de los expósitos, donde si no era amamantado por las nodrizas pagadas por el poder, moría de hambre o era tomado para ser esclavizado… y sí, cualquier otra terrible cosa que se nos pueda ocurrir. Los niños, ya se ve, siempre han habitado un mundo diseñado para beneficio del adulto.
El infanticidio no es algo tan ajeno al ser humano, ni tan propio de las bestias como solemos creer. Aúllan también nuestras oscuridades cuando pedimos la crucifixión de la parricida, nada nos parece más horrible que una madre, ese mítico contenedor de todas las virtudes humanas, súbitamente asesine a sus crías… y en ese aullido conjunto , no hacemos sino proyectar nuestra propia sombra, misma que alimentará las tinieblas colectivas.
En cada crimen borramos las huellas de nuestro avance civilizatorio. Sabemos que algo no anda bien si una madre mata a la cría.… cada asesino nos pone frente al espejo de nuestra verdadera naturaleza y por eso, perdidos en la sombra del anonimato, pedimos la cabeza de quien "perdió la cabeza" : parece que lo único que nos alivia de la sangre es más sangre.
Y hoy, en este país, un infanticidio parricida encabeza la lista de búsquedas en la red, toma el horario estelar del canal astronómico, nos envían el avance de la historia, vía celular, como si se tratará de los goles de un partido de futbol en progreso. Y lo único que podemos hacer, acechados desde todos los frentes comunicativos, es meter la cabeza en una bolsa de palomitas de microondas y prepararnos para el circo mediático, eso o reflexionar sobre como los derechos de los niños se miden de manera diferente a los de los adultos bajo el rasero del poder y de los contubernios.
Semanas antes del desenlace, la sociedad de este centro caótico y cansado, fue testigo de una peculiar campaña publicitaria. Todos conocimos a Paulette, como conocemos a Niurka o a Paulina Rubio, es decir, sin conocerlas: No era necesario ver un solo cartel o un espectacular, ni importaba haberse perdido las noticias de la tarde: una atmósfera mediática nos envuelve y, tarde o temprano, respiramos el polvillo blanco de la noticia.
Niños desaparecen, niños mueren, niños son abandonados, niños, niños… ¿Por qué esta niña, en particular, tenía tanta preeminencia? El tintineante sonar de los apellidos poderosos, el resplandor de la zona socialmente privilegiada, la sospecha de las conexiones con el poder político y mediático, fueron armando el guión de la miniserie de la semana.
Una vez muerta, Paulette fue transformada en material de consumo masivo por sus propios parientes y fue lanzada como bistec a los famélicos devoradores de chismes y novedades. La niña rica, perdió el status... fue exhibida como cualquier niño pobre ultimado por el narco.
Pero, no voy a hablar de su madre "sospechosa", de "su frialdad" (el síndrome de Camus, podríamos intentar bautizarlo) tampoco me interesan sus lágrimas calificadas de fingidas, o si se fue de viaje sin sus hijos, tampoco importa que fuese una abogada exitosa que no soportaba el fracaso de tener una hija discapacitada, de tener que ir a terapia en lugar de llevarla, sana y hermosa, al ballet o "la natación" para lucirla como sus amigas lucen a sus hijas "sanas".
Voy a hablar de nosotros, los otros, el público en las gradas anónimas, ahí donde todos nos volvemos detectives… en ese espacio en que analizamos las miradas de la madre, gracias a que “Lie to me” nos ha enseñado a interpretar los indicadores gestuales; revisamos la escena del crimen repetida, hasta la náusea, en las reconstrucciones del crimen; pasamos en cámara lenta el vídeo de la recámara donde ultimaron a la niña y que ya está subido a “you tube”, lo examinamos con la maestría adquirida tras meses de ver a los detectives de “CSI” o de “la Ley y el Orden”; vemos a la madre en close up permanente, mirar al piso; medimos los decilitros de sus lágrimas, para saber si es verdad o es mentira lo que dice y lo que siente… y como bien nos ha aleccionado “Dr. House”: miente… "todos mienten".
El gran problema es que no hemos tropicalizado el producto. La justicia de lentes oscuros y rubia cabellera, vive a gusto en la ficción de las series norteamericanas; pero aquí, en la realidad de México, hace tiempo que la justicia está secuestrada en el barrio impunidad.
La tele se llena de Paulette crucificada... y nada de los niños y jóvenes asesinados en Durango, nada de los niños victimados por policías, nada de los jóvenes asesinados en Juárez. Hoy todo es Paulette… en la imbécil barra matutina, en las noticias de medio día, en los programas de espectáculos… veo un memorándum en la cara de todos los conductores, lacayos del poder, sirvientes de esos apellidos que huelen a cedro del Líbano… repiten el script con un objetivo que desconozco y me hace temblar.
Unas horas después, los padres salen libres por falta de pruebas, apenas a tiempo para preparar el escenario y maquillarse antes de su llamado... los conductores ensayan el acoso, ellos, sin mucha experiencia en los ardides de la tele, no saben como actuar... e igual que en "El extranjero" las lágrimas no vertidas, los abrazos no dados y la ausencia de otras expresiones amorosas se vuelven en su contra, acosados por el enorme colmillo de los perros del espectáculo.
Y vuelven a sazonar el cadáver de la niña, pues todavía da para más. Niños sacrificados por la negligencia, niños muertos por el narco, la policía, la indiferencia… todos víctimas, todos sin derechos. Pueden ser exhibidos de todas las maneras posibles sin empacho.
Nos anuncian la continuación de esta historia, los padres asisten a sus ¿quince segundos de fama? Yo diría que varias horas más. A Paulette no se le hará justicia, pesan demasiado los apellidos… y la telenovela quedará sin desenlace a menos que un ex presidiario, un desconocido, un sirviente silencioso tenga la mala suerte de atravesarse en el camino de este guión y le den llamado para el papel de villano (todos sabemos cómo opera esta repetida telenovela).
Lo que no terminamos por entender es porqué los apellidos que gobiernan la televisión exhiben a uno de los suyos… no es la primera vez que los poderosos tejen complicidades por más criminales que sean, pero sí la primera vez que exhiben a uno de su especie en un circo. Lizzy Borden, una rica heredera del siglo XIX, mató a su padre y a su madrastra a hachazos; los poderosos de su ciudad cerraron filas para limpiarle la sangre: en menos de cuatro horas quedó libre. Muchos dejaron de hablarle, aplicando ese extraño ostracismo moralino que opera en los altos círculos : “Sé que mataste, te saco de la cárcel porque eres de los míos... pero no no te atrevas a dirigirme la palabra".
También el canal de las estrellas tiene sus propias leyes físicas y no obedecen a las de este universo. Con el tiempo, y tu asesin@ libre, quizá los pobres mortales lo entenderemos. Con el tiempo, también, todo terminará en un Acafest o en una portada de “Quien”. No hay nada que el oro no limpie… la cantante que corregenteaba una red pederasta hoy es otra vez una estrella inocente y aclamada, el político que protege narcos, es candidato a gobernador. Los criminales del mundo (o los poderosos, que para mí son sinónimos) celebran una fiesta interminable en la que, el platillo principal es la burla. Lizzy Borden terminó ofreciendo una fiesta a una famosa actriz de la época que además era su amante. Los contubernios entre el poder y el espectáculo tienen historia.
Y ya mencionado el narcotráfico, hay que decir que no es sino una de las cabezas monstruosas de la hidra, de esa hidra que, en el infanticidio, sólo asoma una de sus numerosas cabezas… el cuerpo permanece invisible, porque el cuerpo somos nosotros, el cuerpo es nuestro silencio, la panza de la bestia está formada por nuestros rostros frente al televisor siguiendo el circo y haciendo apuestas… y hay más cabezas sostenidas por este cuerpo que todo lo permite. Así que, no nos asombremos ni nos rasguemos las vestiduras: en un país escindido de frontera a frontera y de océano a océano, parece que sólo nos unimos en la inútil indignación moralista, en el enojo pasajero que no mueve a nada, pudriéndose en la inutilidad.
Si los ricos escapan a la esfera de las leyes y el brazo de la ley se acorta ante ellos, es absolutamente entendible que los pobres anhelen la riqueza: y no sólo por la mejora material; ellos saben bien, porque lo han atestiguado, que lo que realmente otorga el dinero es el regalo de la impunidad… Porque, hablando en plata ¿merece mejor trato legal un parricida que un narco? Ambos matan niños.
Me detengo. La civilizada Canadá permite, cada año, que hombres armados con garrotes den fin, en una sangrienta orgía, a las crías de foca... y aquí, en mi país, dos mujeres indígenas ven la vida pasar entre barrotes porque las acusaron de “secuestrar” a seis agentes de la AFI. En el mundo... y en mi país, las leyes operan de modo extraño y ajeno a toda lógica...
evidentemnte deja mucho a la rflexión este tema, muchas preguntas sin respuesta, qué tiene de espcial esta niña? que se está maquilando atrás de la cortina de humo? es seguro que pronto lo sabremos.
Vero, me encantó el texto, ¡espléndido y bien fundamentado! Beso. IE
La bestia ruge y todos callan. Solo David dio un paso al frente. Goliat se desploma aplastando a muchos, pero son otros que felices cantan la victoria.
No cesara mi boca de gritarlo. Desgarrare mi oido para que me oigas,¡hermano bueno ya despierta¡.