Ahora que la selección mexicana perdió (insisto, la selección, no “México”) decido hablar de esta suerte de “Tiempo del Señor” medieval en el que todo se paraliza y nada en el mundo parece moverse si no es alrededor de una pequeña bola de cuero.
Detesto el futbol. No sé —ni me interesa saber— que es un fuera de lugar o atacar a contragolpe, ni dónde diablos se encuentra el área chica o la razón por la que se marca un penal. Alguna vez pertenecí a la espuria raza de los que se volvían aficionados súbitos cada mundial… desde hace ocho años que ya no.
Cómo deporte me aburre y, sin embargo, bajo esa advocación no tengo nada en contra… estoy contra su rostro dorado y mentiroso, ese que se lava y saca a relucir cada cuatro años. Ahí es en donde salta la liebre de mi indignación.
Veo , asombrada, que los cerebros más fríos y que consideraba con mayor criterio de entre mis conocidos, cuelgan la razón en el primer perchero que encuentran de alguna cantina con plasma gigante.
¡Qué más da, es el mundial! Y cuando externas tu disensión no pasas de ser un pinche amargado aguafiestas, un antipatriótico… o un apátrida… capaz de despertar la indignación de tus familiares más cercanos… Y todo porque hasta quienes alucinan el futbol, se vuelven —gracias a la magia de la fiesta de la hermandad… bla, bla, bla— fanáticos y patriotas. Ya antes hablé de la bandera. No veo porqué no hacerlo del sacro santo pambol.
Entro al ascensor de la escuela y hasta la secretaria que antes tejía crochet en un rincón critica “la alineación del Vasco”… los alumnos, los maestros, el del microbús, el vecino, los tíos, los del mercado, los de la papelería. No hay salvación, no hay modo de cerrar los oídos (¡¡¡Dios, porque los oídos no tienen párpados!!!) al léxico pambolero, a las palabras en afrikaans que ya traen domingueando todos, no hay modo de no escuchar el aborrecido wak'a wak'a… ¿hay demanda posible contra esa invasión a la intimidad de mis neuronas?
Y todo es moda… Grecia se olvidó, Japón,Paris también; Sudáfrica no tardará en ser polvo, ni siquiera historia. Sus negros pobres y sus blancos ricos ya se diluyen.
A nadie parece importarle los intereses que hay detrás del “esférico” … el mundo no reflexiona en la cantidad de euros y doláres que ganan los ricos del mundo, los inversores en este espectáculo y los ganadores de siempre… ¡cuánto será que nada más necesitan hacerlo cada cuatro años!
Y los futbolistas son los nuevos héroes. No me disgusta nada que el deporte supla las guerras del hombre, si eso en verdad aconteciera. Nada me haría más feliz que ver una final entre “Irak- Estados Unidos” en lugar de una invasión sangrienta; una tanda de penales entre “Los narco sierreros” de Guasave y “la base 40” de los militares… pero no es así, ni las guerras se detienen ni el crimen descansa… ni el crimen organizado, ni el desorganizado, ni el estatizado.
Nuevos impuestos, más asesinatos y tropelías acontecen mientras las televisiones de todo el país ven otro espectáculo, hartos ya de la alfombra roja del crimen (Villoro pambolero dixit).
Cuenta una leyenda que en la toma de Sevilla, a punto todo para el combate, Al’mu’tamid, jefe de la plaza planteó al rey cristiano Ronaldo, perdón… Alfonso VI, jugar la posesión de la hermosa ciudad en una partida de ajedrez, misma que ganó el árabe y el castellano tuvo que retirarse, sin que una gota de sangre corriera. Aunque no pase de ser una leyenda, no es un sinsentido… quien sabe trazar un plan inteligente en el terreno del tablero, es un estratega y seguramente, ganaría la guerra.
Yo no lo sé, lo desconozco salvo por los irisados comentarios de los fanáticos… pero me parece que non habemus strategos.
Y aquí me alegro de no tener guerra encima… eh, no… me aterro. Con razón vamos perdiendo en “nuestra guerra”. La luz se hizo… ¿y si alinean el Mayo, el Chapo…? No, olvídenlo, no saben perder y pasaríamos más vergüenzas: en lugar de zapearse a la esposa argentina de un jugador naturalizado por festejar los goles de su equipo, en una de esas la cosen a tiros.
Un ex alumno me pregunta en el facebook qué prefiero ¿qué los niños crezcan con ilusiones de ser como los futbolistas o cómo los narcos? Las ilusiones no me gustan, son humo: las ilusiones se fundan en lo imposible…
Pero me pregunto ¿en este país no hay más opciones que ser futbolista o narco? qué tal ser un brillante médico, un aguerrido y honesto abogado, un sublime artista. Sé que no hay certezas, pero contra las ilusiones prefiero los ideales, fundados en la pasión por algo que no sólo me hará feliz a mí sino a mis congéneres. Para los niños y niñas, prefiero la fe y la voluntad en ellos mismos, no en una moda o en un infierno.
Otro comentario suscitado en estos tiempos redondos, es el de una alumna a quien considero inteligente: clamaba por la cantidad de culpas con las que tiene que cargar el futbol… a quien le adjudicaban la anomia reinante.
De acuerdo con ella: no tiene la culpa, pero hace su modesta contribución: en la Edad Media, mientras alguien sostenía a una marioneta de guante frente al público o movía vertiginosamente una bolita (¡oh coincidencias!) pasándola de un bote a otro, un cómplice de dedos ágiles, revisaba los bolsillos y las escarcelas de los asistentes.
Esa es la función, ahora, del futbol televisado: entretener a los pobres, a los que sí se creen el choro del patriotismo de carita pintada y playera de Martí, a los que sueñan con ganar aunque sea a través de héroes de pacotilla… lacayos unos y explotados otros, por los ricos del mundo que siempre ganan, aunque los equipos no den una o lo den todo.
Y todo lo contrario… el futbol no contribuye a la anomia (ah, este dominguerismo filosofero) al contrario… gracias al “rey de los deportes” todo está bajo control… todo se mueve como un reloj y la gente reacciona como está planeado, como lo prefieren los patrocinadores.
Por fin, no veré más avatares de camisetitas negras y verdes, aplicaciones para pintarse de tricolor la cara; tampoco encontraré comentarios en el facebook del tipo “Vamos, México, con todo”… “Sí se puede”… bla, bla, bla… porque ahora, los que antes deidificaban a sus modernos héroes se han convertido en lobos sedientos de venganza, justo como el citado secretario de fomento turístico que perdió los estribos y se le dejó ir con todo a la argentina.
Los foros y los comentarios facebookeros y twitteros se llenan de insultos de grueso calibre en donde se pone en entredicho desde la inteligencia hasta la hombría de los jugadores mexicanos, pero también de sus vencedores uruguayos y argentinos. Y este es nuestro pueblo: directores técnicos dotados de un talento imposible de tasar, súbitos fanáticos, odiadores a mansalva de todo aquel que tenga la osadía de “vencer a México” o burlarse de su derrota, capaces de levantar por la mañana un pedestal de oro para subir a sus dioses y de cercenarle brazos, cabezas y genitales por la noche.
Los que ahora, visceral, infantilmente le van a Alemania porque castigará a quienes se atrevieron a vencer a la selección, los que prefieren a Brasil como campeón porque es "latinoamericano" (?) tienen los héroes en la dimensión exacta que los merecen.
Para cerrar y para quien entienda de metáforas: toda arquitectura es símbolo, todo constructo dice más de lo que su fin utilitario le destina. Una catedral no es sólo un lugar de adoración religiosa, es un axis mundi que señala el centro de todo… en las teocracias, junto a los edificios religiosos se construyen los de la autoridad civil, casi inclinados a su alrededor… y hoy por hoy, impuesta como el templo temporal, como axis mundi de un rito que se repite cada cuatro años, se instala una inmensa carpa, que da la espalda desdeñosamente a la catedral, opacándola, ocultándola, mirando de frente a la autoridad civil que, benevolente, le concede sus complicidades.
Un tinglado airoso se instala en el centro con su despampanante pantalla gigante y enormes bocinas que vociferaran goles... y mientras todo mundo observa, los bolsillos y escarcelas de la nación son saqueados por cerebros más ágiles.
Como en la Edad Media.