(Con cariño al P. Rafa que, por alguna extraña razón, me cree perredista)
Si el aciago 2012 llega y el mundo es devastado, agradeceré el hecho de no tener que cumplir con mi obligación ciudadana de “ejercer mi voto libremente”. Y es que, como Saramago, desconfío de una acción cuyo fin es que mi voluntad sea depositada en algo llamado urna, como si se tratara de un funeral. Y lo he decidido: No votaré más si quienes formen la plantilla no me representan.
Y como a mí nunca me han preguntado que opino de la bola de diputados, senadores y candidatos malencarados a los que sólo tengo el gusto de conocer gracias a las mantas y los carteles electorales, pues ellos no tendrán el gusto de contar con mi voto.
Quiero agua de limón y sucede que en este puesto hay un letrero que reza: “Hay agua de jamaica , de horchata y de tamarindo”… y algunos tienen tanta sed que beben lo que hay. Y piden agua de jamaica… que misteriosamente es blanca, dulce y sabe a horchata. Reclama y le dicen que está loco, que el agua es roja, agria y es de Jamaica.
Opta por la de tamarindo… pero el agua sigue siendo blanca, dulce y sospechosamente sabe a horchata. Reclama de nuevo… la mesera le dice… “Es de Jamaica, se la toma o se la toma… de todos modos le vamos a cobrar”. Justo así siento el período electoral. Lamento mi sedienta digresión… pero sí, tengo mucha sed, una sed larga y añeja.
Bueno. En principio, no votaré por Marcelo Ebrard Casaubon. Desde que lucía su, entonces, atractiva güeritud, en los carteles del partido de centro democrático, me daba desconfianza. Su paso por el Partido Muerte Ecologista, le dejó una marca imborrable y vergonzosa ( la de haber pertenecido a ese partido).
Se trata de un yuppie formado en la más pura tradición colegiomexiquista, dispuesto a cambiar la dirección de sus principios según por donde sople el viento de las conveniencias y los acuerdos en lo oscurito. Pero no sólo cambia de dirección al imperio del viento político, es capaz de cambiar hasta de barco y de océano, si fuera necesario.
Como flamante regidor del Distrito Federal priva en él una desesperada necesidad de pasar a la historia como un gobernante moderno y popular… y no duda en utilizar las peores medidas populistas pero sobre todo, de obtener a costa del erario, el apoyo de la base popular, a la que no duda en ponerle una pista de hielo bajo el exuberante sol invernal del Distrito Federal… y de comprar cientos de patines de hielo a disposición “de los habitantes del DF” en una acción tan delirante como la de Fitzcarraldo haciendo “navegar” un enorme barco entre los árboles de la selva amazónica.
Lo malo es que ni es un acto espontáneo y mucho menos original. Las pistas, las zonas cerradas para los ciclistas domingueros y las “playas” veraniegas fueron idea del gobernador, sí… ¡pero de Paris!... y de todas las urbes del mundo a imitar, nuestro Marcelo eligió precisamente esa: una de las urbes más modernas, con finanzas sanas y muchísimo turismo, pero sobre todo: una ciudad segura.
Bertrand Delanoë ha embellecido Paris, es un alcalde popular y querido, el más fuerte candidato por su partido y muchos franceses en ser el futuro presidente de Francia (los ojos de Marcelo brillan)…
Delanoë tuvo la genial idea de aprovechar las orillas del Río Sena: se colocaron vestidores, tumbonas y servicios, transformando en playas los jardines, así la gente que no tenía modo de salir de la ciudad en verano, puede asolearse en un hermoso lugar... lo que ni en sus peores pesadillas se le ocurrió a Bertrand fue decirle a los parisinos que se zambulleran en las turbias aguas del viejo río. Marcelo fue más allá… no aprovecho un espacio “de oportunidad”… más bien deliró y mandó traer toneladas de arena de diversas playas, misma que regó alrededor de pequeñas albercas (albercas que estaban abandonadas por lo dispendioso que resultaba mantenerlas) Visionario sin cortapisas, Marcelo las habilitó como inmensas soperas para cocinar caldo de chilango.
Había familias que aguantaban el viaje de una hora en micro para llegar a las playas ebrardianas, que eran capaces de tolerar dos o tres horas aguardando bajo el sol a que hubiera espacio para meterse al foco infeccioso… lo malo era que, cuando llegaban, la alberca ya sólo tenía la mitad de agua y un sospechoso color gris.
Marcelo no cejó… volvió a lanzar su mirada sobre Delanoë (al fin medio francés el mexicano).
El alcalde de Paris acababa de habilitar ciertas rutas en calles poco transitadas para goce y seguridad de los ciclistas. Marcelo, de nuevo pensando ciclópeamente, cerró avenidas, calles, distribuidores, calzadas… Paseo de la Reforma se volvió la ciclopista más grande del mundo… y Río Churubusco, el estacionamiento más congestionado.
Y pensando que por sus obras se le reconocería, no tuvo el tino de revisar la biografía de Delanöe, que entre sus gracias está la de haber sido nombrado, en el senado, secretario de asuntos exteriores y de defensa… es decir, sabe de cuestiones de diplomacia y estrategia.
La comunidad homosexual quizá se sienta en deuda con quien apoyó la instauración del matrimonio gay en esta porción de patria y ya está enfilando tropas hacia la adopción gay. Personalmente no tengo nada en contra del matrimonio ni de la adopción gay… lo que es lastimoso es que este tipo de luchas se vuelvan botín político… y ya se ganó los votos de la comunidad homosexual y de las feministas defienden el derecho al aborto… como se ha ganado los votos de los viejitos con el heredado programa del Peje de apoyos económicos a la tercera edad.
Cuando gays, ancianos, niños, pobres, mujeres, ambulantes y ciudadanos comprendan que la función de un político es servirnos, no quedar bien con alberquitas y ciclopistas, cuando asumamos que no se nos hace un favor como ciudadanos cuando se nos otorgan servicios por los que además pagamos; cuando, más bien, le pidamos cuentas, o mejor aún, tengamos el poder suficiente para poder frenar compras de cientos de patines, o la renta de máquinas que mantienen el suelo del zócalo helado a pesar de los 20 grados centígrados, estaremos parados en otra parte (y no en el lodo de sus albercas)
Delanoë tiene detractores, pese a ser un gobernante mesurado. Por cierto, Delanoë es homosexual ¿lo sabrá Marcelo? Porque la pregunta es… ¿hasta dónde llegará su admiración por el francés?