Hace tantos días que no volvía a estas escrituras...
Hace cuatro meses, el venablo del destino me dio justo en el tendón de Aquiles... luego, inmóvil bajo el techo materno... y mamá se volvió mis pies y mis manos por más de tres meses con esa generosa entrega y amor a toda prueba del que son capaces la mayoría de las madres.
Hace dos meses que no estás, Gren... y no hay día en que no te recuerde, no hay tarde en que no me siente, de nuevo, culpable y traidora. Y de nuevo, de nuevo... perdón.
Ayer me encontré a la maestra, dueña de la pastor alemán que estaba enamorada de ti. La perra corrió a olisquearme, a buscar en el filo de mis pies tu aroma. Pues sí... me puse a llorar ¿qué quieres, perro de mi corazón? Así es tu dueña de chillona.
Hoy subí a la azotea, ganándole territorio a la discapacidad, recuperando mis posibilidades. Tendí la ropa y me senté junto al tinaco. Subías conmigo... vertiginosamente impelido por tu temor a las alturas. Ya arriba te hacías dueño del mundo. Te acercabas cauteloso a la rejilla negra y mirabas Portales a tus pies... ladrabas a lo que se moviera, mientras yo, tras de ti, te envolvía con mi orgullo de dueña de perro engreído. Tu pelaje de plata relumbraba con el sol... el aire agitaba tus bigotes y tu falda blanca. Te encantaba el aire. Te tensabas... duro como un toro de lidia ladrabas hasta cansarte, luego bajábamos... yo tenía que abrazarte porque las bajadas te daban más miedo que las subidas.
Igual que yo ahora. Subo sin problema, pero bajar me cuesta. Lágrimas ...lágrimas ¿cuántas hay que llorar para borrar la culpa?
Abajo el estacionamiento atiborrado de autos, un hombre de playera negra que me mira con cuirosidad, el taller mecánico con sus carros eternamente descompuestos, el Ajusco apenas visible tras la cortina gris y arriba, como cada tarde, Dios. Una nube por donde sus dedos de luz se escurren para hacernos sentir sus uñas o su caricia.
Ya empiezo a caminar... me aventuré a ir a rehabilitación en micro y regresarme igual. El supermercado fue una tortura, pero... aguanté. Un paso más... y otro. Y todos serán sin ti.
Te extraño rabiosamente, compañero mío. Sigo queriéndote.