El gobierno repitió la cantinela de los laboratorios, pero fue más allá: la volvió campaña entre los campesinos del país a los que convenció de llevar su maíz "criollo" (como se le llama popularmente a la semilla impoluta y no manoseada por la tecnología humana) y cambiarlo por la semilla mejorada, con la que sus cosechas estarían garantizadas."Kilo por kilo" se llamó la campaña: el campesino llevaba su kilo, se le entregaba a cambio, uno de "semilla mejorada" con algunos regalitos extras (la tiznadera de siempre con los priístas, pues). De nada valieron las voces disonantes de gente consciente que alertó sobre segundas intenciones del gobierno y los laboratorios... de retrógrados no los bajaron.
Y sí, vino una buena cosecha... vinieron dos... pero la tercera nunca llegó: las semillas estaban programadas para no ser fértiles en una tercera generación y así, tener que comprarle más semilla al laboratorio... y como las semillas madre, esas que nunca se agotan en su fertilidad, habían sido entregadas a manos del enemigo con la alianza del Estado, prácticamente se nos había condenado a depender de una empresa para tener semillas (con copyrigth, además)... ¡cómo si no estuviera lo suficientemente fregado el campo mexicano!
No sólo en México fue la cosa... los laboratorios empresariales se lanzaron sobre el arroz chino y el trigo griego, sobre el algodón egipcio y la papa peruana. Pero Natura no perdona: si las semillas estaban preparadas para resistir todas las plagas conocidas, no estaban listas para enemigos nuevos... y un conato de hambruna planetaria estuvo a punto de hacer sucumbir no sólo a los laboratorios y sus plantas genéticamente manoseadas, sino a la humanidad entera. Los científicos tuvieron que recurrir a las plantas-madre para recuperar la información genética que sus tataranietas plásticas habían olvidado gracias a la mano del hombre.
Esa fue la rendija de entrada... las semillas "mejoradas" nacidas de hibridación, fueron las abuelas de las OGM, mejor conocidas como transgénicos.
Muy bien, dicho lo cuál... ¿qué tiene que ver todo esto con el teatro?
Mucho
El gobierno de la ciudad de México nos está proponiendo que demos un kilo de nuestro teatro madre, fértil, productivo, vivo y que se lo cambiemos por un kilo de teatro muerto, proyectado en pantallas... aburrido, sin poder para reproducirse y crecer. Sin espíritu para nutrir...
Y ¡ay! de aquellos teatreros que, como los ingenuos campesinos de los ochenta, le vendan a ese gobierno su teatro para recibir algunos pesos de regalías por proyectarlo: cavan la tumba de su propio arte. Negociar con esto es carecer de visión a futuro, de perspectiva, es meter autogol y traicionar no una ideología ni un partido, sino algo mucho más caro: el trabajo en el que uno cree. ¡Carajo, tanto rehuir de la televisión para terminar en esto!
Sé que no es el fin del teatro, no lo será, pero es una vergüenza que el teatro sea visto de esa manera, que en eso consista el proyecto cultural de un sexenio. Teatro transgénico... clon de teatro sin alma de teatro.
¿Qué seguirá? ¿Audiocine? ¿Danza platicada? ¿Volantes sobre música?
Ahorita vengo. Voy por cosas para armar mi huerta en el pasillo.
Ya me cansé de transgenia.
¡Danza platicada! Es tremendo, hay quienes dicen que no entienden el teatro y es comprensible ¿debemos juzgar a quienes sólo han podido alimentarse de la televisión? su gusto y sus necesidades las formó la familia Azcárraga. ¿Al pueblo lo que pide, y lo que pide es lo único en serio que puede nutrirlo? No sé si encontrar tantos pararelos en la industrialización de las artes y lo esencial para el ser humano nos haga caer en la cuenta del pésimo camino que estamos tomando, pero es para abrir los ojos, muy grandes, y estar alertas.