Mi antipatía por Lope abarca su falta de generosidad, su egoísmo de órdago, su ausencia absoluta de humildad, su despótica envidia que lo llevó a hacer canalladas tales como echarle a perder un estreno a Juan Ruiz, en quien seguramente, el no tan ingenioso Vega, a pesar de las crueles burlas que hacía de su persona, vio siempre un talento que amenazaba al reflector que caía sobre el suyo.
Amén de todo eso y otras minucias, Lope me cae mal, por mal creador... no se conformó con escribir unas diez obras maestras, con pulirse como autor y sacrificar cantidad por calidad, como lo hizo sin duda alguna Juan Ruiz (antecesor directo en eso de escribir poco pero profundamente de su tocayo Rulfo) o hasta el vasto Shakespeare.
Ah, no, no señor... Lope tenía que ser el más... y así se le fuera la vida y escribir con recetario, tenía que lograrlo... con recetario escribió, se calcó y se plagio a si mismo, repetidas veces, seguramente para poder vender su fama en forma de texto. Sólo él llega a extremos de tener 65 obras... ¡cuyo título comienza con la letra M!... y 77 cuyo nombre comienza con la P.... No hay quien lo lea completo y no termine empachado, vive Dios.
La dama boba del susodicho Lope es un catálogo de lugares comunes sobre lo que las mujeres son y deben ser, un prontuario complaciente con la moral en turno reinante en su tiempo (y todavía hoy se extiende a estos tiempos y latitudes ese pensar, cómo no). Tanto Nise como Finea resultan irritantes en sus acartonados y polarizados estereotipos. Sólo Octavio, el sufriente padre es mesurado, porque como Lope, es hombre y ha madurado.
Pero bueno, que queden la vida y malas obras de Lope de lado... para hablar de como puede trasponerse al golfo............. es decir, como puede ser Lope traspuesto al Golfo de México.
Anoche, por fin, vi Finea en el Papaloapan, que es la respuesta, gozosa e imaginativa, que da el Colectivo El Arce, campus Veracruz, a la Dama Boba. Con el poder de síntesis de una obra oriental, pero pródiga en talento y en canciones, Finea es un remanso en donde sopla la brisa hacia ese pequeño Tlacotalpan A go gó. La música llena el espacio, las voces arrullan como calor costeño... y sí, el calor tropical llenaba el espacio, arrebatándole su esquemático frío al madrileño. Ignacio Escárcega, sin pudor ni empacho, le puso calzas de flores al españolito, lo proveyó de sesentero "jaibol" (para que se relajara) ... y fue a sentarlo al lado de una alberca en la que, en cualquier momento, parecía que iba a aparecer Mauricio Garcés.
Gracias, queridos compañeros, por volver esa lluviosa noche, algo cálido como su generosa actuación. Todavía mi alma está tarareando esas canciones... Lope de Vega, deberías levantarte de tu tumba, tú que insolentemente llamaste monstruo de las mil cabezas al público, para que veas las alturas que han alcanzado tu Nise y tu Finea... y quizás entonces, fueras capaz de dar las gracias
¡JA!
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