1.- El juego termina siendo un triste espejo del mismo deleznable sistema social que nos hace infelices en la realidad: compra, acumula, tira lo que pasa de moda, regala... y "trabaja" como imbécil para seguir gastando.
2.- Tienes a la vista los "scores" de tus buenos vecinos... la bestia competitiva que todos llevamos dentro aprieta los dientes y se engancha a sembrar verduras cosechables en cuatro horas, con tal de superar el nivel de nuestro vecino... y ¡ay de él o ella!... si acaso compra una casa mejor o pone vallas más caras, jamás fertilizaremos sus campos ni alimentaremos a sus gallinas...
3.- Jamás lo haremos... a menos que los desarrolladores de juegos ofrezcan un gimmick lo suficientemente atractivo para que echemos la mano interesadamente: combustible... ah, el petroleo y la gasolina, siempre moverán al mundo, incluso al virtual. Entonces sí, fertilizaremos los campos hasta del enemigo ¿Algún parecido con la realidad? ¿Los desarrolladores de juegos tienen hermanos analistas macrofinancieros?
4.- Por más que siembres, por más que tengas, nunca será suficiente, porque somos máquinas deseantes, incluso a nivel virtual ¡Qué diera yo por conocer a un rico (o a un jugador) que diga: ¡con esto basta! ... hay quien cree que una vez alcanzado el nirvana de los niveles, dejará el juego... tal cosa no existe: a un nivel, siempre seguirá otro nivel.
5.- Se le abren las puertas a vecinos de todo el mundo a través de los contactos y "amigos" del facebook... y entonces todas las prevenciones para salvaguardar la intimidad vienen valiendo madre, porque ahora tienes 65 vecinos sacados de quien sabe donde, entre chinos y serbios, que sólo buscan que les envíes gallinas y regalos misteriosos desde tu pantalla... y tú buscas lo mismo.
6.- Fabricas un mundo color rosa (o morado si eliges las ciruelas) donde todo es perfecto: no hay plagas, ni hipotecas bancarias, si pierdes la cosecha, siempre hay modo de recuperarse... si gastas, ganas, si ayudas, te pagan (lo que termina siendo la negación de lo que significa ayudar) pero en esa granja, en la parcela central, sólo estarás tú y nadie más. Sin familia, sin hijos, con tu puro egoísmo campirano... bueno, al menos algo hay que reconocer: si bien el juego enfatiza la soledad del individuo en sus campos de algodón, evita el nepotismo.
7.- Y por más que siembres, ordeñes y compres, tendrás naranjas que jamás probarás, leña que nunca utilizarás, casas a las que no puedes entrar. Menos mal que hay pequeñas bodegas donde podrás acumular todas esas cosas de las que jamás vas a disfrutar.
8.- Desalmada competencia, ambición sin llenadero, nuevos "gimmicks" que nada más te dejan sin dinero... pero sobre todo, sin tiempo. Necesitas valiosas, doradas, insustituibles horas para poder crecer y ser alguien en el mundo virtual.
9.- Y te das cuenta que no eres nadie. Ni en el mundo virtual ni en el "de afuera"
Un poco de realidad, sólo eso quiero por ahora... no me importa no ser nadie. Con ser yo y no una granjerita peinada a lo shaggy y con enormes ojos violeta, me conformo...
¿será?...............................mmm.
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